¿Es posible recuperar momentos de alegría y tomar la batuta para superar momentos de abatimiento y desesperación y encontrar el sabor de la vida?
Escena 1- En busca del tiempo perdido de Proust
“… un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té.
Primero dije que no; pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los
labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las miga del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor,
llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte?
Escena 2- Comienzo del libro Fausto de Goethe
El sabio abrumado de trabajo, está deprimido y aburrido y piensa en suicidarse.
Cuando está por ingerir el veneno escucha el sonar de las campanas de Pascua que le traen el recuerdo de su infancia. Fausto se deshace en lágrimas de felicidad, recordando que la vida es complicada e infinitamente emocinante.
Escena 3- El Lobo Estepario de Hermann Hesse
El personaje principal es un aburrido sabio que sospecha que la vida es una broma perversa y piensa en suicidarse. Estando en una taberna cenando y tomando vino de Mosela, experimenta una enorme alegría, dice: “Surgió en mí una fesca risa… Se elevó como una burbuja… y luego explotó en silencio… Ardió la huella dorada y yo recordé la eternidad, Mozart, las esterellas…”
En las tres escenas anteriores podemos apreciar como destaca Colin Wilson, el efecto negativo que nos causa el construir visiones negativas, visiones mentales basadas en el sentimiento de la inutilidad de la vida, lo que provoca el olvido de la otra realidad (Mozart y las estrellas).
¿Cómo recuperar los momentos de alegría, cómo reencontrar el sabor de la vida?
Hay una solución, si queremos recordar algo podemos hacerlo, como lo hicieron Proust, Fausto y el protagonista del libro de Hermann Hesse, comprendiendo que somos el director de la orquesta y como tal podemos tomar la batuta y dirigirla, para lo cual es preciso ensayar diariamente y adquirir el hábito de recordar a Mozart y las estrellas.
Para finalizar un pensamiento de Omraam Mikhaël Aïvanhov que viene a confirmar y reafirmar lo anterior:
“Todos habéis vivido algunos momentos de alegría, de felicidad...
Así pues, buscad estos momentos. Incluso aunque sólo hayáis tenido tres o cuatro en vuestra existencia, o sólo uno, recordadlos a menudo, recordad el lugar, las circunstancias, las personas, concentraos para revivir los mismos pensamientos, los mismos sentimientos, las mismas sensaciones. Poco a poco, tendréis la impresión de que estáis viviendo de nuevo estos estados con la misma intensidad que si estuvieran sucediendo en este mismo instante.
Lo esencial nunca se halla en lo que procede del exterior, sino en lo que sentís interiormente. Buscad por tanto todos los instantes en los que habéis comprendido, sentido la belleza y el sentido de la vida. Que todos estos momentos estén a vuestra disposición para el día que los necesitéis. He aquí un método más de trabajo. Y haced incluso de manera que entre estos recuerdos podáis elegir, porque dependiendo de las circunstancias, de la misma manera que una música es más apropiada que otra, tal recuerdo os ayudará y os aportará más cosas que otro."
Escena 1- En busca del tiempo perdido de Proust
“… un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té.
Primero dije que no; pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los
labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las miga del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor,
llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte?
Escena 2- Comienzo del libro Fausto de Goethe
El sabio abrumado de trabajo, está deprimido y aburrido y piensa en suicidarse.
Cuando está por ingerir el veneno escucha el sonar de las campanas de Pascua que le traen el recuerdo de su infancia. Fausto se deshace en lágrimas de felicidad, recordando que la vida es complicada e infinitamente emocinante.
Escena 3- El Lobo Estepario de Hermann Hesse
El personaje principal es un aburrido sabio que sospecha que la vida es una broma perversa y piensa en suicidarse. Estando en una taberna cenando y tomando vino de Mosela, experimenta una enorme alegría, dice: “Surgió en mí una fesca risa… Se elevó como una burbuja… y luego explotó en silencio… Ardió la huella dorada y yo recordé la eternidad, Mozart, las esterellas…”
En las tres escenas anteriores podemos apreciar como destaca Colin Wilson, el efecto negativo que nos causa el construir visiones negativas, visiones mentales basadas en el sentimiento de la inutilidad de la vida, lo que provoca el olvido de la otra realidad (Mozart y las estrellas).
¿Cómo recuperar los momentos de alegría, cómo reencontrar el sabor de la vida?
Hay una solución, si queremos recordar algo podemos hacerlo, como lo hicieron Proust, Fausto y el protagonista del libro de Hermann Hesse, comprendiendo que somos el director de la orquesta y como tal podemos tomar la batuta y dirigirla, para lo cual es preciso ensayar diariamente y adquirir el hábito de recordar a Mozart y las estrellas.
Para finalizar un pensamiento de Omraam Mikhaël Aïvanhov que viene a confirmar y reafirmar lo anterior:
“Todos habéis vivido algunos momentos de alegría, de felicidad...
Así pues, buscad estos momentos. Incluso aunque sólo hayáis tenido tres o cuatro en vuestra existencia, o sólo uno, recordadlos a menudo, recordad el lugar, las circunstancias, las personas, concentraos para revivir los mismos pensamientos, los mismos sentimientos, las mismas sensaciones. Poco a poco, tendréis la impresión de que estáis viviendo de nuevo estos estados con la misma intensidad que si estuvieran sucediendo en este mismo instante.
Lo esencial nunca se halla en lo que procede del exterior, sino en lo que sentís interiormente. Buscad por tanto todos los instantes en los que habéis comprendido, sentido la belleza y el sentido de la vida. Que todos estos momentos estén a vuestra disposición para el día que los necesitéis. He aquí un método más de trabajo. Y haced incluso de manera que entre estos recuerdos podáis elegir, porque dependiendo de las circunstancias, de la misma manera que una música es más apropiada que otra, tal recuerdo os ayudará y os aportará más cosas que otro."