martes

Autorretrato

Ser otro, es mi destino. No sólo el olvido. Espejos y laberintos no bastan para abarcar una obra. Jugué con el tiempo ¿Será por ello que deberé pagar el precio de “instantes” ajenos?
Funestos memoriosos intentan explicarme. Saramago –el nobel- me ternó con Kafka, con Pessoa. Escribí ficciones. Ahora soy yo una de ellas. Conviví con los clásicos. Ahora voy a ser uno de ellos.
Prisionero de una extraña pesadilla, visité la ciudad de los inmortales. Ahora vivo en ella.
Es un mundo sin la muerte y la brújula, sin tiempo y sin memoria. En el mundo que dejé, es fama, todos hablan de mí, muchos me hacen homenajes, pocos me leen. Mágica impostura, historia universal de la infamia. Nadie es alguien; soledad; el inmortal es todos los nombres.
Soy, fui, seré el hijo, aquel, quien en presencia de su madre no podía admitir su gusto por el Martín Fierro. Soy, fui, seré, el hijo de aquel Jorge Guillermo, quien me dio su apellido. Soy el escritor del Aleph: una pequeña esfera de vida que contiene el cosmos infinito, en inasibles formas que adivino.
Para mí, ser Borges es fatal como la fecha; en la literatura, está la fama que acecha.


Posdata de Abril de 2001. Desde la ciudad de los inmortales.
En mi autorretrato” Borges y yo” concluía: “No sé cual de los dos escribe esta página”. Desde la eternidad puedo afirmar, sin exagerar: nosotros, Borges y yo, nos dejamos vivir para que el Aleph, a través nuestro, pueda tramar la literatura. Y esa literatura nos justifica.

Carlos Churba.