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Deleuze: un filósofo creador





Plantear a un filósofo como creador nos estimula a establecer relaciones entre la creatividad y la filosofía.
Nuestra definición de creatividad: “La creatividad es percibir, idear y expresar lo nuevo y valioso” puede ser aplicada integramente a la obra del filósofo francés Gilles Deleuze, así como también se puede entrever la existencia e él de las características de las personalidades creadoras, que hemos expresado en nuestro libro: La Creatividad. Un Enfoque Dinamizador de las Personas y Las Organizaciones. Buenos Aires. Editorial Dunken. 2007. 7ta. Edición.
El nucleo de la obra de este filósofo es plantear una variación en el ejercicio del pensamiento, oponiéndose a la imagen tradicional de la filosofía. Propone producir una práctica diferente de la filosofía, no sólo en sus contenidos sino también en las formas de expresión. Según Deleuze se trata de utilizar la renovación producida en las otras artes: la literatura, la música, el cine o el teatro, realizando conexiones fecundas que amplían el horizonte expresivo y conceptulal de su filosofía.
Deleuze ve en las artes sistemas análogos a su propio campo; estos sistemas piensan los temas que su filosofía también piensa, con otros códigos, con otros signos.
Plantea al filósofo como artista, no como repetidor, sino como creador.
Apuesta por pensar en el límite del pensamiento, tratar de hacer pensable también ese límite. Pensar de otra manera. Hacer pensable lo impensado.
El centro de la obra de Deleuze, sostiene José Luis Pardo, es el problema de la diferencia, para lo cual es necesario deconstruir la subjetividad que hace impensable dicho problema.
Hay tres momentos de la deconstrucción de la subjetividad, ellos son: impresión, pliegue y expresión.


Deleuze se pregunta ¿Qué es la filosofía? Este filósofo creador responde que la filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos. La filosofía es creadora dice Deleuze en El retrato del filósofo como espectador.
El filósofo inventa y piensa el concepto. La filosofía es la disciplina que consiste en crear conceptos. Si no se inventan conceptos nuevos, ¿para qué hacer filosofía?. Sigue, en cierto modo, el concepto de Foucault del pensamiento como “caja de herramientas”.
Toda creación es singular, y el concepto como creación propiamente filosófica siempre constituye una singularidad.
La exclusividad de la creación de los conceptos garantiza una función para la filosofía, pero no le concede ninguna preeminencia, ningún privilegio, pues existen muchas más formas de pensar y crear, otros modos de ideación que no tienen por que pasar por los conceptos, como por ejemplo el pensamiento científico.
Si hay tiempo y lugar para crear conceptos, la operación correspondiente siempre se llamará filosofía, o no se diferenciará de ella si se le diera otro nombre. Pensamos interesante relacionar estas ideas con nuestro desarrollo sobre el proceso psíquico de creación y los elementos de la quíntuple creación sincrónica y el pentágono múltiple, “tiempo, espacio, Yo pienso, tres conceptos originales unidos por unos puentes que constituyen otras tantas encrucijadas".

Así pues, el asunto de la filosofía es el punto singular en el que el concepto y la creación se relacionan el uno con la otra.
Todo concepto tiene su historia. Por otra parte un concepto tiene un devenir que atañe en este caso a unos conceptos que se sitúan en el mismo plano.

La filosofía de Deleuze, según Luis Diego Fernandez: “… está anclada sobre movimientos, velocidades y cambios continuos de percepción. Es una filosofía de flujos, fugas y territorrios (geofilosofía). “… Todo el edificio conceptual deleuziano trata sobre el agenciamiento entre elementos heterogéneos de una multiplicidad (una anarquía epistemológica) que se interconectan a través de asociaciones diversas”.

Deleuze sitúa el “entre” como determinante del rizoma al devenir, instante de pasaje de la potencia al acto. El entre es un conjunto de relaciones inseparables unas de otras. Toda multiplicidad crece por el medio, como una brizna de hierba o un rizoma.